Palabras de espiritualidad

Debemos ser fervorosos de la Madre del Señor

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Ni siquiera nuestras madres son como todas las demás mujeres, son únicas. Entonces, si el mismo ángel dijo, “Bendita eres entre las mujeres”, refiriéndose a la Madre del Señor, no necesitamos nada más para expresar que Ella fue una mujer como todas las demás, porque no fue una mujer como todas las demás mujeres.

Digamos que un niño busca a su madre, “¿Han visto a mi mamá?”, pregunta. Alguien le responde, “Mira, muchacho, una mujer pasó por aquí hace poco”. Pero el chico replica, “No busco a una mujer, busco a mi mamá”. Ni siquiera nuestras madres no son como todas las demás mujeres, son únicas. Entonces, si el mismo ángel dijo, “Bendita eres entre las mujeres”, refiriéndose a la Madre del Señor, no necesitamos nada más para expresar que Ella fue una mujer como todas las demás, porque no fue una mujer como todas las demás mujeres.

Hace unos siete años, leí un libro llamado “Hagan lo que Él les diga” (palabras pronunciadas por la Madre del Señor, cuando la boda de Canaán). El autor de tal libro propone un problema que también yo me planteé hace mucho tiempo: que los hombres actuales han dejado de venerar a la Virgen, y se pregunta cuál puede ser la razón de tal actitud. Su respuesta, que me gustó mucho, es que “nuestro cristianismo es un cristianismo de ideas”, atentos, “y las ideas no tienen mamá”.

Si honramos debidamente al Señor Jesucristo, si para nosotros Él es una realidad, no podemos sino también honrar a Su propia Madre. Pero, si para nosotros Cristo es sólo una idea, entonces no tenemos por qué honrar a su mamá, porque las ideas no tienen mamá. ¡Qué manera tan hermosa de presentar el asunto!

(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Veniţi de luaţi bucurie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2001, pp. 85-86)

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