Debes vencerte a ti mismo
No desdeñes lo que parece insignificante, pero tampoco te pierdas en ello. No ignores esas cosas pequeñas que podrían hacerte crecer.
Es necesario sobrepasar nuestra naturaleza humana. No desdeñes lo que parece insignificante, pero tampoco te pierdas en ello. No ignores esas cosas pequeñas que podrían hacerte crecer.
No se te pide vencer a ejércitos enteros, cual general, sino vencerte a ti mismo. Te daré un ejemplo militar. La guerra es un juego de estrategia e inteligencia, pero, en el fondo, no consiste en otra cosa que luchar. Sin heroísmo y sin coraje no es posible vencer. Pero necesitarás de cierta táctica si quieres conseguirlo. Porque debes tener un plan de guerra, que debe comprender cuatro aspectos:
1. Determinar quién es el adversario. ¿Quién es nuestro enemigo? ¡El demonio! Éste nos fue dejado como adversario, para que podamos ser coronados.
2. Determinar con precisión tu posición. ¿Soy monje? ¿Soy padre de familia? ¿Soy misionero?
3. Determinar la distancia entre ambos. ¿Qué distancia hay entre mi adversario y yo? Esto, para poder apuntarle con mayor exactitud.
¿Cuál es el primer pecado del cual debemos protegernos? De ése que está más próximo a ti. ¿Para qué cuidarme del desenfreno, si de momento no hay amenaza alguna? ¿O de la gula, si ni siquiera tengo ganas de comer? ¡El pecado más próximo a ti, ése debes evitar! Si alguien le ordena a otro que te mate, tú no corres a luchar con ése que dio la orden, sino con el que te busca para matarte. Deténle la mano para que no te golpee. Si vences a éste, el otro también caerá.
4. Utilizar siempre nuestro armamento de reglamento: la oración, la humildad y la paciencia, que nos fueran dadas para neutralizar y eliminar al enemigo.
(Traducido de: Ne vorbește Părintele Arsenie, ediția a doua, volumul III, Editura Mănăstirea Sihăstria, 2010, pp. 120-121)