¡Desprecio total a los malos pensamientos!
Si hablamos con Dios, los pensamientos se van. Cuando oramos, los pensamientos se van, desaparecen.
El tiempo es muy valioso para el monje y la monja. Tenemos distintas actividades por realizar, un canon de oraciones, la “Oración de Jesús”, la participación en los oficios litúrgicos… ¡Tenemos a Cristo Mismo! ¿Para qué, entonces, perder el tiempo con pensamientos?
¡No nos pongamos a dialogar con nuestros pensamientos! ¡Desprecio total! Si no les das importancia, los pensamientos se van. Si los entretienes, empezarán a hacer un nido en tu interior. ¿Tenemos algún pacto con ellos? ¿O tenemos una habitación especial para recibirlos, servirles un café, un bizcocho, y tratarlos como huéspedes de honor?
¡Por eso es que tenemos que estar atentos! Pongamos un sólido muro entre nosotros y los pensamientos. ¿Por qué? Porque lo que quieren es contaminar nuestro entero ser interior, desnaturalizando nuestra vida y corrompiéndola. ¿Es eso lo que queremos? ¡De ninguna manera! Si hablamos con Dios, los pensamientos se van. Cuando oramos, los pensamientos se van, desaparecen. Que cada uno entre en su ceda y mantenga presente al Señor Resucitado. ¡Nada de malos pensamientos en nuestras celdas!
(Traducido de: Părintele Eusebiu Giannakakis, Să coborâm Cerul în inimile noastre, Editura Doxologia, Iași, 2014, p. 44)