Palabras de espiritualidad

Dios no abandona el alma que confía en Él

  • Foto: Stefan Cojocariu

    Foto: Stefan Cojocariu

Uno de los artificios del pecado consiste en amilanarnos ante el sufrimiento, para alejar toda esperanza en el Señor.

Quien quiera hacerse discípulo de Cristo y así poderse llamar hijo de Dios, nacido del Espíritu, debe, ante todo, soportar las aflicciones que se presenten en su camino, al igual que las enfermedades y ofensas de los demás. Asimismo, las trampas del maligno, con valentía y paciencia.

Porque la prueba de las tribulaciones es permitida, de acuerdo a la Providencia de Dios, para que, viniendo aquellas al alma, ésta demuestre que ama verdaderamente al Señor. Y el signo que caracterizó desde siempre a los profetas, patriarcas, apóstoles y mártires no fue otro que el paso por el angosto camino de las pruebas y tentaciones, para agradarle a Dios. Dice la Escritura, en el libro de Sirácides: “Si te has decidido a servir al Señor, prepárate para la prueba. Conserva recto tu corazón y sé decidido.” Y, en otra parte, “Acepta como bueno todo lo que te sobrevenga, sabiendo que sin Dios nada se puede hacer”.

Por eso, el alma que quiera ser agradable a Dios debe llenarse, en primer lugar, de paciencia y esperanza. Porque uno de los artificios del pecado consiste en amilanarnos ante el sufrimiento, para alejar toda esperanza en el Señor.

Pero Dios no permite que el alma que confía en Él sea atacada por las penas de una forma tan atroz, que le lleve a perder la esperanza. Porque dice el Apóstol: “Pero Dios es fiel y no permitirá que sean tentados por encima de sus fuerzas. En el momento de la tentación les dará fuerza para superarla. ” (I Corintios 10, 13).

(Traducido de: Sfântul Simeon Metafrastul, Parafrază în 150 de capete, capitolul 129, în Filocalia, volumul V, p. 343)