¡Dios no nos pide cosas imposibles!
Hacernos perfectos y amar a nuestros enemigos ni siquiera son unas simples recomendaciones evangélicas, sino mandatos divinos.
Debido a nuestra torpeza, no tendríamos que atrevernos a hablar del mandamiento divino de ser perfectos y amar a nuestros enemigos, sabiendo que siempre encontramos alguna excusa para justificarnos. En otras palabras, repetimos el mismo pecado que cometió Adán cuando culpó a Dios de su caída. Confrontamos a Dios y le reprochamos habernos ordenado hacer algo imposible.
Hacernos perfectos y amar a nuestros enemigos ni siquiera son unas simples recomendaciones evangélicas, sino mandatos divinos. En consecuencia, al cumplirlos o incumplirlos permanecemos en el cristianismo o nos salimos de él.
(Traducido de: Protosinghelul Arsenie Boca, Cuvinte vii, Ediția a II-a revizuită, Editura Charisma, Deva, 2006, p. 126)