Gran cosa es la oración, gran fuerza tiene, ofreciendo gracia a los fieles que la practican, aunque sólo cuando es hecha de acuerdo a la voluntad de Dios. Los cristianos debemos orar siempre, en cualquier momento y lugar. Y, sea que nuestra petición se cumpla, sea que no, agradezcámosle a Dios. Él a veces realiza lo que le pedimos, otras no, porque, aún antes de que le pidamos algo, Él sabe ya si nos será de utilidad o de perjuicio.

Sin embargo, para obtener lo que nos es de provecho, debemos orar. Muchas veces los padres no les dan inmediatamente a sus amados hijos lo que les piden, precisamente porque aman su plegaria, porque desean escucharlos orar. Lo mismo sucede con el amoroso y piadosísimo Dios: algunas veces no nos da lo que le pedimos, precisamente porque nos ama y porque quiere que hablemos mucho más con Él, para librarnos de muchas tentaciones, dolores y aflicciones.

(Traducido de: Protosinghel Nicodim Măndiță, Învățături despre rugăciune, Editura Agapis, București, 2008, p. 57)