Dos mandamientos que encierran toda la Ley de Dios
“El amor es el vínculo de la perfección” (Colosenses 3, 14), dijo el apóstol. Si esta es la realidad de las cosas, ¿para qué la espada, por qué tanta enemistad y división?
Todo lo que hagamos a los demás, bueno y malo, será juzgado por el Señor como si se lo hubiéramos hecho a Él Mismo (Mateo 25, 34-36). El Señor incluyó toda la Ley en estos dos mandamientos: el amor a Dios y el amor al prójimo. “El amor es el vínculo de la perfección” (Colosenses 3, 14), dijo el apóstol. Si esta es la realidad de las cosas, ¿para qué la espada, por qué tanta enemistad y división?
Dios se aparta del amor “carnal”, que es el que conoció Adán después de su caída en pecado. A Dios le importa solamente el amor espiritual, ese que el Nuevo Adán, nuestro Señor Jesucristo, le mostró al mundo. Nuestro deber, pues, es amar del mismo modo en que ama Él; el amor del antiguo Adán es un amor imperfecto, es una fruta vedada en el Paraíso del Nuevo Testamento. Es un amor lleno de arrebatos, figuraciones y cambios; es un amor viciado, porque ama a la criatura más que al Creador. A Él se le excluye siempre de los vínculos de este amor, y quienes participan de él son únicamente el pecado y el maligno.
(Traducido de: Sfântul Ignatie Briancianinov, De la întristarea inimii la mângâierea lui Dumnezeu, Editura Sophia, 2012, pp. 188-189)