En primer lugar, los Sacramentos de la Iglesia nos forman para la Resurrección. Mientras está en el vientre de su madre, el niño no sabe para qué le sirve tener boca, ojos, nariz, corazón... Lo mismo pasa en la Iglesia. Nosotros, los fieles, casi no nos damos cuenta de lo que sucede ahí, con la oración, con el ayuno, con estar de rodillas, con todo. Pero, observemos: después de nacer, el niño necesita todo lo que fue creado con él mientras estaba en el vientre materno.

Lo mismo sucede con nosotros, los fieles de la Iglesia. Todo lo que se engendra hoy en el vientre de esta madre amorosa, que es la Iglesia, cuando salga a la luz del día sin ocaso, nos será de gran provecho. Los sacramentos son nuestra oportunidad de educarnos para la Resurrección. Es la única educación que vale la pena. Las demás no tienen valor, a menos que se basen en esta. ¿Qué valor tiene un médico sin Cristo? ¿O un profesor sin Cristo? Sin Cristo, nada tiene valor.

(Traducido de: Părintele Constantin Necula, Provocările străzii, Editura Agnos, Sibiu 2006, p.153)