El alma del niño es como una perla en manos de sus padres
Cuando aún es maleable, fácilmente se le puede dar el aspecto que queremos. Si, al contrario, se solidifica definitivamente, no será fácil cambiar ese aspecto que ya adquirió.
Las buenas enseñanzas de los padres se graban en el alma del niño y no hay nada que las borre, porque, una vez recibidas, se solidifican cual sello de cera.
El niño es un ser pequeño y lleno de temores. Se asusta con facilidad con tus gestos y con la alteración en el tono de tu voz. Debes, en consecuencia, saber utilizar tu autoridad sobre él, pero de la forma correcta. Si tu hijo crece bien, tú serás el primero en alegrarte, y el segundo lo será Dios. Esforzándote por tu hijo, por ti mismo te esfuerzas.
Se dice que las perlas, al ser sacadas del agua, son blandas, dúctiles. Si el pescador es experto, pondrá en la palma de su mano aquella pequeña masa informe y, amasándola, la moldeará para darle una forma bella. Pero, si la perla recién extraída comienza a endurecerse, no podrá ya dársele la forma deseada. Cuando aún es maleable, fácilmente se le puede dar el aspecto que queremos. Si, al contrario, se solidifica definitivamente, no será fácil cambiar ese aspecto que ya adquirió.
(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Părinţii şi educarea copiilor, Editura Agapis, 2010, p. 60)