Palabras de espiritualidad

El amor abnegado de los padres por sus hijos

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Por amor a nuestros hijos no escatimemos esfuerzos, porque en su momento nos regresarán, multiplicados. Sacrifiquemos nuestros famosos “intereses”, “vida personal” y distracciones. Renunciemos a todo lo que pueda distraer nuestra atención y alejarnos de ellos.

“Una madre que ama a sus hijos”, dice el Piadoso Serafím, “no vive para sus placeres, sino para los de sus hijos. Soporta con amor sus debilidades, a los que se han ensuciado los limpia, los lava, los viste con ropa nueva y blanca, los calza, les da su calor y los alimenta, los consuela e intenta tranquilizar sus almas, de manera que no se oiga el más pequeño quejido. Y, frecuentemente esos son los hijos que más cerca permanecen de su mamá”.

En otras palabras, los niños deben ser estimulados con un cuidado sabio, con atención y mansedumbre y, cuando es necesario, con disciplina y exigencia. El niño apreciará el cuidado y la atención, no importando la forma en que les sean expresados - porque se nos ha dicho “hagan todo lo suyo con amor” (I Corintios 16, 14) - si en todas las palabras que se le dirigen es capaz de encontrar amor. El corazón de un niño es sensible y lleno de compasión. Y cuando le damos a nuestros hijos el corazón, en nombre de Dios y de Sus mandamientos, ellos, en su momento, nos darán también el suyo. Los mandamientos del amor son, en cualquier lugar, siempre los mismos.

“Dame, hijo, tu corazón”, le pide Dios al hombre. Dios es un protector celoso (Proverbios 23, 26). Él pide eso, porque ama al hombre y quiere que, por medio del amor recíproco, se multiplique Su gracia en la persona. Aquí podemos encontrar una adición al mandato evangélico: “Den, y se les dará; se les echará en su delantal una medida colmada, apretada y rebosante. Porque con la medida que ustedes midan, serán medidos ustedes ” (Lucas 6, 38). Por amor a nuestros hijos no escatimemos esfuerzos, porque en su momento nos regresarán, multiplicados. Sacrifiquemos nuestros famosos “intereses”, “vida personal” y distracciones. Renunciemos a todo lo que pueda distraer nuestra atención y alejarnos de ellos.

(Traducido de: N. E. Pestov, Cum să ne creștem copiii: calea spre desăvârșita bucurie, traducere din limba rusă de Lucia Ciornea, Editura Sophia, București, 2005, pp. 32-33)