El amor no se cansa, el amor nunca desfallece
En ese camino, del temor al amor a Dios, hay que enfrentar muchas tentaciones y problemas en este mundo.
La sabiduría tiene dos extremos, de acuerdo a los Santos Padres. En la parte inferior está el temor de Dios, mientras que arriba está el amor a Dios. Toda acción virtuosa empieza con el temor de Dios y termina en el amor a Dios, porque el amor es el vínculo de la perfección, el nivel más alto de la virtud.
En ese camino, del temor al amor a Dios, hay que enfrentar muchas tentaciones y problemas en este mundo. Pero, teniendo el temor de Dios en nosotros, nos libramos de pecados y avanzamos practicando las obras que le agradan a Él.
Sin embargo, no se avanza fácilmente.
Para ayunar, debo luchar. Para lograr dormir poco, debo luchar. Para ser paciente ante las aflicciones, debo luchar. Para soportar la pobreza, debo luchar. Para soportar las ofensas, las injusticias y el dolor, hay que tener mucha paciencia, como dice el Apóstol Pablo: En esta dura y grande lucha, necesitamos mucha paciencia.
En tanto nos llena el temor de Dios, hacemos buenas obras, aún con esfuerzo. Pero, una vez alcanzamos el amor a Cristo, dejamos de saber lo que es el esfuerzo. Como dice el Apóstol Pablo, “Sé soportar el hambre, sé también comer”. Así es como obtenemos los frutos del Espíritu Santo. Si se trata de ayunar, lo conseguimos fácilmente; si debemos soportar las ofensas, lo hacemos sin problema; lo mismo si se trata de hacer frente al martirio, los tormentos y la pobreza... Cualquier carga de este mundo se vuelve ligera para nosotros, porque el amor no se cansa, el amor nunca desfallece.
(Traducido de: „Ne vorbește Părintele Cleopa”, vol. 3, ed. îngrijită de Arhim. Ioanichie Bălan, Editura Episcopiei Romanului, 1996, pp. 17-18)