El amor que vence a la muerte
Los pecadores serán privados incluso de esta felicidad, porque dejarán de conocerse entre sí.
San Atanasio el Grande, en su “Prédica sobre los difuntos”, dice:
“Dios otorgará, a quienes sean salvos, que permanezcan juntos hasta el día de la resurrección y que se alegren, esperando el momento en que se les hará la justicia divina. Sin embargo, los pecadores serán privados incluso de esta felicidad, porque dejarán de conocerse entre sí. Luego, en el juicio general, todos sus pecados serán revelados ante los demás, siguiendo la separación final, cuando cada uno parta al sitio que se le ha preparado. Los justos irán juntos al lado de Dios, mientras que los pecadores, los que han renunciado a Él, y sus amigos, serán enviados a los trabajos eternos, juntos, pero sin poder reconocerse entre sí. Este consuelo se les quitará. Qué vergüenza para los pecadores, cuyas faltas serán conocidas por todos, porque la vergüenza es más grande para quien debe sufrirla frente a otros. Es una incontestable verdad que nos reconoceremos unos a los otros, y las culpas de quienes hayan pecado serán conocidas por todos los demás”.
San Cipriano dice:
“Una gran multitud de nuestros seres amados, padres, hermanos e hijos nos estarán esperando en lo alto. Una gran cantidad de quienes se preocuparon por su salvación, se apresurarán en venir a nuestro encuentro. ¡Qué inconmensurable felicidad, tanto para ellos como para nosotros!” (Prédica de exhortación al martirio, cap. XII).
(Traducido de: Părintele Mitrofan, Viața repausaților noștri și viața noastră după moarte, Editura Credința strămoșească, Petru Vodă – Neamț, 2010, pp. 433-434)