El amor verdadero excluye los celos
Aquí empieza una zona que puede llamarse “de la fe”, no solamente en Dios, sino también de la fe recíproca de uno hacia el otro.
A veces, entre marido y mujer sucede lo siguiene: se aman mutuamente, con fuerza, con entrega, con ternura, con alegría. Entonces, uno de ellos se llena de celos, no hacia alguna persona que aquí y ahora ponga en riesgo su amor, sino frente al pasado. Él (o ella), quien ama hasta la locura, quisiera que la vida del otro (o la otra) empezara justo en el momento cuando se conocieron, porque todo el pasado de la otra persona, toda la riqueza de su vida, de su alma, de sus relaciones anteriores, le parece peligroso, tratándose de algo que pervive lejos de su alcance, en el alma del ser amado.
Esto es algo realmente serio, porque la persona amada no pudo haber empezado a vivir en ese día, por luminoso que haya sido, cuando se conocieron. Cada persona vive desde el inicio de su propia vida, y quien le ame tendrá que aceptar el misterio de su pasado justamente como lo que es, un misterio, y saber guardarlo, admitiendo que, en el pasado, la persona amada se relacionaba con sus propios padres, con sus amigos, con sus amigas, quienes fueron, asimismo, sucesos de una vida que él (o ella) jamás podrá experimentar, si no es por medio de su amor protector, tierno, respetuoso. Y aquí empieza una zona que puede llamarse “de la fe”, no solamente en Dios, sino también de la fe recíproca de uno hacia el otro.
(Traducido de: Cum să ne întemeiem o familie ortodoxă: 250 de sfaturi înţelepte pentru soţ şi soţie de la sfinţi şi mari duhovnici, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, Bucureşti, 2011, p. 140-141)