El arma que Cristo nos dejó
Aquel que santificó la Cruz con Su Purísima Sangre, nos la legó como un arma invencible en contra del demonio y como una señal divina, porque escribe: “Has dado una señal a tus leales para que puedan escapar delante del arquero”.
Todo cristiano que es verdaderamente hijo de la Iglesia Ortodoxa y que vive con devoción y en el temor de Dios, al empezar o terminar de orar, antes de leer un libro santo, antes de trajabar, al salir de viaje o al volver a casa, cuando se siente agitado por algún miedo, alguna mala noticia o cualquier mal pensamiento, cuando se levanta y al acostarse, cuando se sienta a comer y cuando termina sus alimentos, inmediatamente se persigna con la Señal de la Cruz, evocando el inefable poder de Aquel que santificó la Cruz con Su Purísima Sangre, legándonosla como un arma invencible en contra del demonio y como una señal divina, porque escribe: “Has dado una señal a tus leales para que puedan escapar delante del arquero” (Salmos 59, 4).
(Traducido de: Arhimandritul Cleopa Ilie, Îndrumări duhovnicești pentru vremelnicie și veșnicie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2004, p. 271)