El bien es rechazado en todas partes. “A Mí me han odiado primero”, dice el Señor. Por el contrario, el mal se ha multiplicado. Y te incita a reñir con todos. Para algunos, la reyerta es su pan diario. La riña es la rebelión del maligno. Si quien te ofende es un conocido tuyo, di: “¡Señor Jesucristo, por las oraciones de la Madre de Dios, ten piedad de mí!”. Haciendo esto, te estarás considerando menos que esa persona y también estarás orando por ella. Si, no obstante, se trata de un extraño, no entres en discusiones cn él, porque te acusará. ¡Evítalo! Si así es su naturaleza, no discutas con él.

Actualmente, quien hace el bien es considerado un “perdedor” y un “inútil” por parte de la sociedad. Dicen: “Apártense de ese, porque es un bueno para nada. Es un inepto...”. Pero nosotros debemos dejar pasar esos comentarios. Acerquémonos a los santos y pidámosle su auxilio. Mantengamos ante nosotros a Cristo Crucificado, a la Madre del Señor... ¡Bienaventurados los que lloran, porque esos verán a Cristo, Quien que no tuvo pecado alguno!

¡En verdad, es difícil encontrar quienes cumplan con las Bienaventuranzas!

(Traducido de: Ca aurul în topitoare – viața mucenicească a unui Iov al zilelor noastre, Schitul Lacu – Sfântul Munte Athos, p. 63)