El demonio siente una fuerte envidia ante el hombre que eleva sus plegarias a Dios. Por eso, se desvive intentando desviarlo de esa virtuosa intención.

¿Cómo? Despertando en él cualquier clase de pensamientos y recuerdos, y tratando de enardecer las pasiones que pudieran estar latentes en su cuerpo. Todo, con tal de impedirle que ore con fervor y que eleve su atención a Dios.

(Traducido de: Despre rugăciune și trezvie în învățătura Sfinților Părinți, Editura Egumenița, p. 226)