El esfuerzo, sin humildad, no nos ofrece ningún resultado duradero
Cualquier esfuerzo que hagamos, si no lo acompañamos de la humildad, lejos permanece de la voluntad divina. ¡Este debe ser el criterio para todas nuestras acciones y para nuestra vida entera!
No pidamos, por soberbia, frutos espirituales antes de tiempo. Porque no es normal pedirle al invierno los frutos del verano, ni pretender cosechar cuando apenas estamos sembrando. Una cosa es el tiempo de sembrar con esfuerzo, y otra el de cosechar los dones de la Gracia. De lo contrario, no tendríamos nada que recoger en la temporada de siega.
A veces los demonios se alejan del alma para hacernos bajar la guardia, y luego nos atacan bruscamente, conquistándonos completamente. De igual manera, se alejan cuando el alma se acostumbra tanto al pecado, que se convierte en su propio enemigo.[…]
Hay tres formas de contrarrestar los malos pensamientos: con oración, oponiéndonos a ellos (con otros pensamientos, provechosos) y despreciándolos.
Cualquier esfuerzo que hagamos, si no lo acompañamos de la humildad, lejos permanece de la voluntad divina. ¡Este debe ser el criterio para todas nuestras acciones y para nuestra vida entera!
Así como el firmamento, libre de nubes, es iluminado completamente por el sol, así también el alma que se ha purificado de pecados recibe la luz divina.
(Traducido de: Glasul Sfinţilor Părinţi, traducere de Părintele Victor Mihalache, Editura Egumeniţa, 2008, pp. 135-136)