El espíritu mundano que nos aparta de Dios
¡Ay de nosotros si Dios le permitiera al demonio apropiarse del mundo! Sin embargo, quienes le han entregado sus corazones a lo banal, a lo terrenal, sí que viven bajo el poder del “dominador de este mundo” (Efesios 6,12)
¿Padre, por qué al demonio se le conoce como el “señor del mundo”? ¿Es cierto eso?
—¡Sólo eso nos faltaba, que el demonio sea el dueño del mundo! Cuando Cristo habla de él como el “príncipe de este mundo” (Juan 16, 11), no está diciendo que el maligno sea el señor del mundo, sino que es el soberano de la frivolidad alidad y la mentira. ¡Ay de nosotros si Dios le permitiera al demonio apropiarse del mundo! Sin embargo, quienes le han entregado sus corazones a lo banal, a lo terrenal, sí que viven bajo el poder del “dominador de este mundo” (Efesios 6,12). Es decir que el demonio se enseñorea sobre lo vacuo, sobre el “mundo”. Pero ¿qué significa el “mundo”? ¿Acaso no es lo superficial, lo trivial? Así pues, quien se deje dominar por la vacuidad, se hallará bajo el control del demonio. El corazón sometido por el mundo superficial mantiene atrofiada el alma y la mente oscurecida. Entonces, aunque veamos a la persona como un humano normal, en esencia no es sino un “aborto” espiritual. Pienso que el peor enemigo de nuestra alma, más terrible aún que el mismísimo demonio, es el espíritu de lo mundano, porque nos atrae con su aparente dulzura, y después nos amarga para siempre. Mientras que, si viéramos al demonio, nos llenaríamos de pavor y correríamos a refugiarnos en el Señor, alcanzando, así, el Paraíso. En nuestros tiempos, mucho de lo “mundano” —el espíritu de la frivolidad— ha entrado en el mundo, y eso que es “mundano” lo destruirá. Los hombres han dejado que su interior se llene de “mundo”, apartando a Dios.
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Cuvinte duhovniceşti, vol. I - Cu durere şi dragoste pentru omul contemporan, Editura Evanghelismos, Bucureşti, 2003)