El esquema-monje Gregorio Bica, una vida en la barca de Dios
“De todas las pasiones que existen, las que atacan con más ferocidad al monje son la dejadez y la vanidad, de las cuales nacen todas las demás.”
El padre Gregorio Bica fue un virtuoso monje del Monasterio Ciolanu (Buzău, Rumanía). Era originario de Transilvania. Así, buscando el camino de Cristo, se hizo esquema-monje en dicho monasterio. En su vida tuvo solamente dos labores de obediencia: como sacristán y como hortelano. Y tanto avanzó en la oración, el ayuno y la humildad, que todos obtenían provecho de las virtudes de este sencillo monje. Para las tareas del huerto tenía dos ayudantes, dos jóvenes novicios, a quienes educaba en el temor de Dios. A veces les decía:
—¡Hermanos, trabajemos este vergel con amor y sin quejarnos, porque de nuestro esfuerzo se alimentan muchos!
En verano, el anciano se pasaba todo el día regando el huerto. Entonces, cuando venía a comer, usualmente ya tarde, el monje de la cocina le decía:
—Lo siento, padre Gregorio, pero ya no hay comida... ¡¿Por qué siempre viene tarde?!
Pero el anciano no se enfadaba, sino que pedía perdón y calladamente regresaba a sus tareas.
Nunca faltaba a los oficios nocturnos en la iglesia. Era de los primeros en venir; se dirigía a su rinción y empezaba a repetir la “Oración de Jesús”.
Un monje le preguntó, un día cualquiera:
—Padre, ¿cómo es que aún tiene fuerzas para venir a la iglesia, después de un duro día de trabajo en el campo?
Y el anciano le respondió:
—La iglesia es como una barca que flota en el mar. Si falto a la iglesia, la barca seguirá su rumbo y yo me quedaré lejos de Cristo. Por eso es que intento no faltar a la iglesia.
En otra ocasión, el padre le dijo a uno de sus discípulos:
—Toda mi vida he luchado con el cuerpo, este potro insumiso, y hago todo lo que puedo, con la ayuda de Dios, para que no sea él quien me venza.
Un hermano le pidió que le dijera algunas palabras de provecho espiritual. Y el padre le dijo lo siguiente:
—De todas las pasiones que existen, las que atacan con más ferocidad al monje son la dejadez y la vanidad, de las cuales nacen todas las demás. Porque el maligno le incita a cuidar su cuerpo, a comer bien, a dejar de asistir a la iglesia, a no hacer sus postraciones y a dormir mucho. Mas, si el monje se impone a la vanidad, con facilidad podrá derrotar a las demás pasiones.
La muerte del padre Gregorio fue tan prodigiosa como lo fue su vida. Una noche, cuando estaba orando, se le apareció un joven de rasgos muy bellos, montado sobre un caballo, quien le dijo:
—Prepárate, que en tres días vendré por ti. Cuando oigas la toaca (simandrón), es que ya estoy aquí.
—Pero, ¿tú quién eres?, preguntó el padre.
—Soy Jorge, el Mártir, patrón de esta iglesia, y vine a ponerte sobre aviso de lo anterior.
Desde ese instante, el padre Jorge empezó a pedir perdón a todos los demás monjes. Después se confesó y también comulgó. Al tercer día, por la mañana, cuando sonaba la toaca invitando a todos a entrar a la iglesia, el padre entregó su espíritu en manos del Señor. Sus restos, ambarinos y bendecidos, se conservan en el mausoleo del monasterio..
(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie Bălan, Patericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, pp. 556 - 557)