Palabras de espiritualidad

El hombre es el principio de relación entre Dios y el resto de lo creado

    • Foto: Bogdan Bulgariu

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Es esencial que todos aprendamos a distinguir las energías según su origen: la incapacidad de hacerlo impide el progreso espiritual.

El espíritu humano avanza despacio en el conocimiento de Dios. Los años pasan para que el excelso panorama de la Existencia se abra ante nosotros y podamos contemplar el mundo creado y apreciemos “el hálito de vida que Dios le insufló al hombre en la nariz” (Génesis 2, 7). El hombre se convierte en el principio de relación entre Dios y el resto de la creación, porque en él lo creado se une con lo No-creado. La esencia del Ser Divino no es comunicable al hombre. Pero la vida divina le es dada por medio de la acción divina. El acto de la deificación del hombre es realizado por parte de la Gracia no-creada. En este sentido, la revelación del Monte Tabor nos ofrece un ejemplo bíblico del ser y de las energías divinas. De la refulgente nube que los cubrió, los discípulos oyeron brotar la voz del Padre: “Éste es Mi hijo amado, Mi predilecto” (Mateo 17, 5). La luz y la voz (ambas inexplicables) eran “divinas”. Es esencial que todos aprendamos a distinguir las energías según su origen: la incapacidad de hacerlo impide el progreso espiritual.

(Traducido de: Arhimandritul Sofronie, Rugăciunea – experienţa vieţii veşnice, Editura Deisis, Sibiu, 2001, pp. 117-118)