Palabras de espiritualidad

El hombre se asemeja a Dios cuando se da a los demás

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Felices los compasivos, porque obtendrán misericordia” (Mateo 5, 7), y junto al alma de su semejante se beneficia también su propia alma.

Así quiere nuestro amoroso Dios que Sus criaturas le pidan, para darles lo necesario para su salvación. Y, sobre todo, atiende a quien no lucha tan sólo por su alma, sino que se interesa también por la de su semejante. En esta situación, el hombre deviene en discípulo de Dios, buscando el bienestar del otro como si se tratara de su propia felicidad. De esta manera, realiza la condición del amor perfecto y se asegura la felicidad, porque, “Felices los compasivos, porque obtendrán misericordia” (Mateo 5, 7), y junto al alma de su semejante se beneficia también su propia alma.

Pasemos, ahora, de estos testimonios, a otros semejantes e igual de poderosos. Paladio de Galacia, en su “Historia lausíaca”, recuerda los milagros de San Macario el Grande. Éste, conversando una vez con un cráneo que encontró, llegó a conocer lo que sucede con todos los que mueren. Al final de su plática con aquella calavera, preguntó: “Luego, ¿no existe para ti ningún consuelo?”. San Macario solía orar por los difuntos y quería saber si, ciertamente, sus plegarias eran de alguna utilidad. Entonces, nuestro amoroso Dios quiso revelarle la verdad, cuando aquel hueso le respondió: “cuando oras por los difuntos, sentimos cierto alivio.”

(Traducido de: Glasul Sfinţilor Părinţi, traducere Preot Victor Mihalache, Editura Egumeniţa, 2008, pp. 362-363)