El infierno en el hogar
Y todo esto es lo que siente su hijo; por eso no necesita unos padres como ustedes, porque ya no están juntos, ni con él, sino separados. Por eso fue que hicieron del Paraíso, con sus pensamientos, un infierno doméstico. ¿No se dan cuenta de lo que están haciendo?
El hombre es capaz de hacer del Paraíso, un infierno. Hace algunos años me sucedió algo muy interesante cuando vino a verme una pareja de esposos. Eran, en verdad, dos personas muy bellas físicamente; creo que jamás volveré a conocer un matrimonio conformado por un hombre y una mujer con un porte tan agraciado, con tantos dones de Dios. Era invierno y yo oficiaba en la capilla. Al terminar la Liturgia, me buscaron hablarme.
“— Hemos venido a quejarnos con Usted!”.
“— ¿Qué pasa?”, les pregunté.
“— No hace mucho nos casamos, por amor, y vivimos muchísimos momentos de felicidad. En nuestro hogar siempre hubo paz. Era un Paraíso. Pero desde hace algún tiempo, nos enfadamos por cualquier cosa, perdemos rápidamente la paciencia. Y nos preocupa, porque tenemos un hijo de seis años. Por eso fue que nos decidimos venir. El niño ha empezado a alejarse de nosotros, ni siquiera quiere volver a dirigirnos la palabra. Prefiere permanecer donde sus abuelos, y al volver, no nos habla para nada. Nosotros intentamos comunicarnos con él, pero no conseguimos nada. Le compramos caros obsequios, juguetes, ropa, comida, caramelos, chocolates... le ofrecemos de todo. Pero el los toma y los rompe, los destruye, luego los arroja al suelo y los pisa... Y, al terminar, sale corriendo nuevamente a la casa de sus abuelos. ¡No sabemos qué hacer! Es un niño sano... ¿Qué le sucede? ¡No encontramos la respuesta! Esta es nuestra mayor aflicción. No quiere estar ni con papá ni con mamá. ¿De qué se trata, padre? ¡Es un niño sano!
Yo les respondí:
“— Está claro que el niño no quiere un papá y una mamá como ustedes. ¿Por qué? ¿Cuál es el secreto? ¡Él quiere tener un padre y una madre, pero no tiene ni el uno ni la otra! ¿Han sido, alguna vez, felices? Yo suelo preguntar si recibieron la bendición de sus padres, antes de casarse.”
Me dijeron que no tuvieron problemas con sus padres:
“— Padre, nuestros papás, antes de que nosotros nos enamoráramos, ya eran amigos y ellos nos recomendaron que nos casáramos.”
“— Bien. Recibieron la bendición de sus padres, se casaron por amor y su hogar, hasta no hace mucho, era un Paraíso. Pero vean lo que han hecho: ¡con sus propios pensamientos, han perturbado todo! Hasta hace poco, fueron felices en su matrimonio, sin dejarse caer en intrigas o especulaciones. Sin embargo, ahora, cuando tú, esposo, ves alguna mujer atractiva, le entregas inmediatamente tu corazón... tu corazón se va con ella. Y tú, esposa, si ves algún hombre apuesto, tu corazón se va con él. Se hallan, pues, unidos sólo físicamente, pero no en espíritu. ¡Cada uno comete adultero, por su lado! ¡Gracias a Dios que aún no han pisoteado la corona del matrimonio! Y todo esto es lo que siente su hijo; por eso no necesita unos padres como ustedes, porque ya no están juntos, ni con él, sino separados. Por eso fue que hicieron del Paraíso, con sus pensamientos, un infierno doméstico. ¿No se dan cuenta de lo que están haciendo?”.
(Traducido de: Starețul Tadei de la Mănăstirea Vitovnița, Pace și bucurie în Duhul Sfânt, Editura Predania, București, 2010, pp. 64-65)