El maligno conoce la justicia de la ley divina y, por eso, busca solamente el consentimiento del hombre. Y es que sabe que así puede hacer, de quien se le somete, o culpable de los esfuerzos del arrepentimiento, o, por medio de la renuncia a la contrición, inundarle de aflicciones. Y algunas veces le hace luchar contra las tribulaciones, para multiplicar sus dolores y para señalarle de incrédulo, por su falta de paciencia, al momento de morir.

(Traducido de: Sfântul Marcu Pusnicul, Scrieri, Editura Egumenița, p. 194 )