El matrimonio es una amalgama de alegrías y sacrificios
La condición fundamental o el propósito esencial de quienes piensan en casarse es lograr una convivencia feliz, satisfactoria.
He aquí una impecable descripción de los afanes del matrimonio, hecha por uno de los más grandes padres y teólogos de la Iglesia, San Gregorio de Nisa, quien afirmaba que su experiencia personal de “vida mundana” le hacía apreciar de forma especial la castidad: “¿Cómo empezar a reseñar las cargas de la vida conyugal y cómo presentar los sacrificios de esa forma de vida, cuando todos los conocen ya por experiencia, sin poderse explicar todavía cómo la naturaleza les ayuda a soportarlos, sufrirlos y superarlos voluntariamente?”.
Comencemos hablando de lo que produce alegría. La condición fundamental o el propósito esencial de quienes piensan en casarse es lograr una convivencia feliz, satisfactoria. Bien, pensemos que ya lo hemos conseguido y que nuestro vínculo conyugal es uno envidiable o deseable: dos familias de alcurnia, bienestar, edades correspondientes, mucho amor... todo lo que podría pensarse es lo mejor, como la dulce entrega mutua, de tal forma que cada uno quisiera aventajar al otro en amor. Agreguemos el honor, el poder, la comodidad y holgura, etc..
Pero, atención, ¡no olvidemos ese dolor que convive inexorablemente con la necesidad, que arde como una llama junto a incontables bendiciones!
(Traducido de: Preot Filotei Faros, Preot Stavros Kofinas, Căsnicia: dificultăți și soluții, traducere din limba greacă de Pr. Șerban Tica, Editura Sophia, București, 2012, pp. 68-69)