Palabras de espiritualidad

El mejor vestido para el alma

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Lo que el cristiano tendría que buscar no es ataviarse con vestimentas extravagantes, según determinada moda que poco tiene de común con una moral elevada, sino adornar su alma con el vestido de las virtudes.

Quien luche por controlar y ordenar moralmente sus pensamientos y palabras, también tendría que estar atento al atuendo que porta y a la forma en que se presenta ante sus semejantes. Los primeros hombres, libres de pecado y de cualquier apetito, no necesitaban vestirse. Solo después de la caída de Adán se dieron cuenta de que estaban desnudos, y por eso recibieron aquellos “ropajes de piel”, para que pudieran cubrir su desnudez física y espiritual. Luego, esos ropajes son la expresión de la caída del hombre en los apetitos del cuerpo.

Del mismo modo en que se le aconseja equilibrio y templanza en su vida interior, al cristiano también se le recomienda modestia, humildad y decencia en su forma de vestir. El hombre exterior refleja la imagen del hombre interior. El exterior caracteriza al interior, en el cual o hay un equilibrio, o algún trastorno grave. Si la ropa cara, el lujo y los atavíos elegantes son expresiones de la vanagloria, la ropa provocadora e indecente manifiesta la inclinación y el apetito por los placeres carnales, además de constituir una causa para la tentación y la caída en pecado de los demás. Lo que el cristiano tendría que buscar no es ataviarse con vestimentas extravagantes, según determinada moda que tiene poco de común con una moral elevada, sino adornar su alma con el vestido de las virtudes: la fe, el temor de Dios, la templanza, el arrepentimiento, el saber cuidar nuestra mente y nuestro corazón, la esperanza, la humildad y el amor.

(Traducido de: Preot Ioan C. TeșuPatima desfrânării și lupta împotriva ei. Frumusețile căsătoriei și ale familiei creștine, Editura Credința strămoșească, p. 96-97)