Palabras de espiritualidad

El monje y las comodidades del mundo actual

    • Foto: Silviu Cluci

      Foto: Silviu Cluci

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El monje huye de la comodidad y del confort, precisamente porque nada de eso le ayuda espiritualmente.

Padre, ¿es correcto que el monje haga uso de las comodidades modernas?

—Que busque utilizarlas menos que el resto del mundo. A mí me satisface utilizar leña para calentarme, para cocinar y para hacer mis manualidades. Pero, cuando desaparezca la leña y sea difícil conseguirla —viendo el ritmo actual con que venden nuestros bosques—, utilizaré algo menos común en el mundo, como una estufa de petróleo o cualquier otra forma de calefacción barata y modesta.

¿Cómo saber si una cosa es absolutamente necesaria para el monasterio?

—Si pensamos “monásticamente”, encontraremos fácilmente la respuesta. Si no pensamos así, todo nos parecerá absolutamente necesario, y luego nos volveremos como laicos o aún más terrenales que los laicos. Como monjes, deberíamos vivir —al menos en lo que respecta a las cosas materiales—, a un nivel más bajo que la forma en que vivíamos en el mundo, y no hacernos con cosas mejores que las que teníamos en nuestro hogar. Normalmente, mi vida en el monasterio tendría que ser más pobre que la vida que llevaba en mi casa. Esto es de gran utilidad, tanto para los monjes como para el mundo. Dios mismo dispuso que los hombres no buscaran sosiego en las cosas materiales. Si a los laicos los atormenta el progreso del mundo, ¡aún más a los monjes! Si me hallara en una casa suntuosa y me dijera la señora: “¿En dónde quiere que le hospedemos, para honrarle como es debido? ¿En un salón con muebles lujosos, o en el establo, con nuestras dos cabras?”. Sinceramente, yo elegiría el establo. Porque, cuando comencé mi vida de monje, no dejé el mundo para tener una casa mejor o un palacio. No, comencé con algo peor que lo que tenía en casa. De lo contrario, significaría que no estoy haciendo nada por Cristo. Pero el pensamiento actual es: “Seguramente me preguntarán en qué afecta a mi alma alojarme en un palacio... Veamos: el establo ha de oler muy mal, en tanto que el palacio, ciertamente, ha de estar lleno de agradables perfumes... ¡Con gusto haría mis inclinaciones en un lugar así!”. No obstante, debemos tener un “sentido” espiritual para las cosas. Todos sabemos que la brújula tiene una aguja magnetizada sobre un imán, y que la aguja se mueve según este otro imán. Cristo es el imán, y nosotros debemos “magnetizarnos” un poco, para poder seguirle.

¡Cuántas dificultades tenían que enfrentar los monjes de antes! Recuerdo que en la cocina había una marmita grande, que tenía una manija de metal para poder levantarla. Hacíamos fuego con leña para poder cocinar, y no podíamos controlar la intensidad de la llama. Por eso, a veces la comida se nos quemaba. Cuando el pescado se nos quemaba, utilizábamos una paleta de metal para despegarlo del fondo de la olla. Después sacábamos las cenizas y las poníamos en una vasija de arcilla que tenía un agujero en el fondo. Esta la llenábamos con agua, para que en el fondo quedara la lejía, que luego habriamos de utilizar para lavar los platos. La piel de las manos nos quedaba completamente áspera después de todos estos procedimientos.

Pero no existe justificación para muchas de las cosas que hay actualmente en los monasterios. ¡En uno ví que utilizaban una máquina para cortar pan! No, esto no se ajusta a la vida de monasterio. Si hubiera algún enfermo o algún discapacitado que no puede utilizar un cuchillo, y no hubiera nadie más que lo ayude, talvez sí se entendería. ¡Pero ves que es un hombre sano y robusto el que corta el pan con un aparato...!

Luego, concentrémonos en lo espiritual, para poder crecer. No nos contentemos con todas esas cosas, como los autos, los electrodomésticos y otras cosas. Si apartamos el espíritu de sacrificio del monaquismo, la vida del monje quedará sin sentido. Si ponemos el confort en un pedestal más alto que nuestra esencia de monjes, no alcanzaremos ningún progreso espiritual. El monje huye de la comodidad y del confort, precisamente porque nada de eso le ayuda espiritualmente. ¡Si los laicos ya no pueden de tanto confort, para qué habría recargarse con ello el monje! Aunque se facilite las cosas utilizando todos esos medios, el monje no tiene nada qué ver con las comodidades. No busquemos el confort. Muchas veces nos justificamos diciendo que, para poder cumplir con nuestras tareas de obediencia monacal, necesitamos de un auto o cualquier otro aparato, para poder terminar más rápidamente y, así, dedicarle más tiempo a las cosas espirituales... Pero, finalmente, no hacemos más que quitarle la paz a nuestra vida, como los laicos, no como tendría que vivir un monje. Recuerdo que cuando llegaron al monasterio unos cuantos monjes jóvenes, lo primero que hicieron fue desempacar unas ollas eléctricas, según ellos, “para tener más tiempo para las cosas espirituales”. El problema es que después se pasaban horas y horas conversando. Es decir, esos aparatos no les servían “para ganar tiempo para las cosas espirituales”. ¡Actualmente, con tantas comodidades y aparatos nos parece que ahorramos tiempo, pero cada vez nos dedicamos menos a orar!