Palabras de espiritualidad

El niño frente a los éxitos y los fracasos

    • Foto: Bogdan Zamfirescu

      Foto: Bogdan Zamfirescu

Permanentemente escuchamos a los pedagogos decir que si el niño no consigue triunfar en todo será un acomplejado. Desde luego, tanto los placeres como los éxitos, son necesarios para animar al niño en sus actividades y ofrecerle serenidad. No obstante lo anterior, el pequeño debe aprender también a enfrentar las pruebas; debe ofrecérsele la oportunidad de ampliar sus propias capacidades e incluso experimentar el fracaso.

Cuando el niño juega o se ocupa con algo, debemos actuar de tal manera que el juego o esa actividad no sea demasiado simple, demasiado fácil de realizar.

Uno de los errores de la vida moderna es la tendencia de evitar todo lo que represente esfuerzo, lucha, o el simple hecho de necesitar la ayuda de los demás. Permanentemente escuchamos a los pedagogos decir que si el niño no consigue triunfar en todo será un acomplejado. Desde luego, tanto los placeres como los éxitos, son necesarios para animar al niño en sus actividades y ofrecerle serenidad. No obstante lo anterior, el pequeño debe aprender también a enfrentar las pruebas; debe ofrecérsele la oportunidad de ampliar sus propias capacidades e incluso experimentar el fracaso. Desde el punto de vista espiritual, debemos enseñarle en qué consiste la paciencia, la capacidad de resistir, así como cosas que creen desagrado y huillación. Nuevamente, el ejemplo de los padres tiene una importancia vital. Los hijos deben aprender la forma en que sus padres reaccionen ante la enfermedad, la muerte, la pérdida de seres queridos, problemas financieros, etc.

También debe animárseles a ayudar a los adultos en diversas actividades, de acuerdo a sus propias capacidades, aunque se trate de trabajos que no les resulten necesariamente útiles, por su edad y aunque no consigan terminarlos completamente. De esta manera, conocerán el sentido de la responsabilidad, dejando de vivir sólo para ellos mismos. Aprenderán también a valorar el trabajo lleno de sacrificio que sus padres hacen por ellos.

Uno de los rasgos de la vida cristiana en el mundo es la que nos lleva a ser generosos, indulgentes, amorosos y antentos con los que nos necesitan. Estas cualidades pueden ser también inoculadas en el alma de los niños, aún desde muy pequeños. Pueden aprender, también, de nuestro ejemplo, a compartir con los demás y a participar en la hospitalidad para con los extraños.

(Traducido de: Maica Magdalena, Sfaturi pentru o educație ortodoxă a copiilor de azi, Editura Deisis, Sibiu, 2006, pp. 40-41)