El niño que ama a Dios tendrá en su fe el más grande soporte para la vida
En todos nuestros esfuerzos por enseñarle al niño la fe —transmitiéndole conocimientos referentes a la doctrina y a las prácticas espirituales ortodoxas— ¿habremos descuidado, acaso, el único aspecto realmente necesario? ¿Hemos fallado en enseñarle el amor a Cristo en una forma tan profunda, que no desee alejarse jamás de Él? ¿Habremos olvidado que lo importante no es instruir, sino formar? Y es que la instrucción es algo exterior, pero un niño que ama a Dios se forma desde el interior.
Los niños pequeños suspiran por lo sacro. Su hambre de Dios parece insaciable. Mientras más intentan satisfacerla, más aumenta ésta. Tristemente, con el crecimiento, muchos niños pierden esa atracción natural por lo divino, como si aquellas poderosas llamas interiores se quedaran sin oxígeno y fueran apagándose, hasta terminar en la indiferencia. Cada parroquia puede mencionar un número alarmante de adultos que parecen indiferentes frente a las cosas de la Iglesia. Algunas personas no se acercan en absoluto a su iglesia local, a pesar de haber asistido con asiduidad de pequeños. Las estadísticas demuestran que un alto porcentaje de jóvenes abandonan la fe cuando terminan sus años de escuela. Esto es alarmante. Deberíamos preocuparnos y preguntarnos qué es lo que motiva tal éxodo.
Aunque seguramente hay una explicación para todo esto, mi propia conclusión es que muchos padres no confieren un lugar importante a la Iglesia en su vida familiar o, al menos, no en la forma que pueda llevar a los jóvenes al amor ferviente y eterno por Dios. No aparece ya aquel deseo perseverante de servirle a Él. La distancia entre la Iglesia y el adulto se extiende desde una pequeña y superable brecha, hasta un abismo ancho y profundo, casi imposible de salvar.[...]
En todos nuestros esfuerzos por enseñarle al niño la fe —transmitiéndole conocimientos referentes a la doctrina y a las prácticas espirituales ortodoxas— ¿habremos descuidado, acaso, el único aspecto realmente necesario? ¿Hemos fallado en enseñarle el amor a Cristo en una forma tan profunda, que no desee alejarse jamás de Él? ¿Habremos olvidado que lo importante no es instruir, sino formar? Y es que la instrucción es algo exterior, pero un niño que ama a Dios se forma desde el interior.
(Traducido de: Elizabeth White, Paşi pe calea sfinţeniei – Cum să creştem copii iubitori de Dumnezeu, traducere din limba engleză Doina Rogoti, Editura Sophia, Bucureşti, 2015, pp. 8-9)