El paso que nos lleva de esta vida a la eternidad
Si las personas buenas y devotas tienen el Paraíso en su corazón, los que obran el mal, al contrario, llevan el infierno en su interior.
La Santa Tradición y la Santa Escritura nos enseñan que la eternidad es una continuación de la vida terrenal, pero en un mundo nuevo y con circunstancias completamente distintas a las actuales. Esto también nos lo manifestó nuestro Señor Jesucristo, al decir: “el Reino de Dios está dentro de vosotros” (Lucas 17, 21), y que la verdad, la paz y el gozo del Espíritu Santo se hallan en ese Reino. Si las personas buenas y devotas tienen el Paraíso en su corazón, los que obran el mal, al contrario, llevan el infierno en su interior.
Así pues, tanto el Paraíso como el infierno tienen su ícono en este mundo: las almas de los hombres. Y ese estado es, para decirlo de alguna forma, el principio de la vida eterna que viene después de la muerte. El carácter de la vida futura se demuestra en la vida y obra del alma ya desde su paso por este mundo. Juntas, la humildad y la mansedumbre, sumadas al descanso prometido por el Señor llenan el alma de una paz celestial: “Aprended de Mí, que Soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11, 29). Esto es el inicio del Paraíso ya en la tierra.
(Traducido de: Părintele Mitrofan, Viața repausaților noștri și viața noastră după moarte, Editura Credința strămoșească, Petru Vodă – Neamț, 2010, pp. 250-251)