El pecado transforma el rostro del hombre
El alma del hombre puede darle al rostro una expresión distinta en un segundo, transformándolo de una forma tal que quede irreconocible.
El pecado, el vicio, el demonio transforma en un instante el semblante del individuo, de uno luminoso en uno sombrío, de uno lleno de bondad en uno crispado por el odio. En esto se puede apreciar también cuánto vale el alma en el conocimiento de la persona.
Se dice que una actriz puede cambiar inmediatamente la expresión de su rostro, que puede pasar —con una extraordinaria rapidez— de un sentimiento a otro, expresándolo con su mímica. ¿Qué hay de extraordinario en esto? ¿Por qué el alma del hombre no habría de ser capaz de algo similar?
De esto entendemos que el alma del hombre puede darle al rostro una expresión distinta en un segundo, transformándolo de una forma tal que quede irreconocible. ¿Acaso tampoco puede el Creador hacer lo que quiera, de cualquier materia, siendo Él Omnipresente y Todopoderoso?
(Traducido de: Sfântul Ioan de Kronstadt, Viața mea în Hristos, Editura Sophia, 2005, p. 151)