El primer obstáculo en el camino a la salvación
Las personas del mundo tienen una extraña “vergüenza de ser buenos”. Tu bondad parece quemarles, y se desviven por acusarte de toda clase de cosas a cuál más lamentable.
Por “mundo” se entiende a las personas sin fe; es el mundo de quienes voluntariamente han aceptado los consejos del maligno, es el mundo por el cual nuestro Señor no oró (Juan 17, 9). Es lo que comenta toda la ciudad, lo que dice el vecino y, muchas veces, lo que dicen y hacen quienes viven contigo (Mateo 10, 36). Esas personas del mundo tienen una extraña “vergüenza de ser buenos”. Tu bondad parece quemarles, y se desviven por acusarte de toda clase de cosas a cuál más lamentable.
Esas personas —es decir, el mundo—, te perdonan cualquier vileza que cometas, por mucho que cedas con tu alma, pero no te perdonarán jamás que te les adelantes y te hagas más bueno.
El mundo es perverso (Gálatas 1, 4); agradable a los demás (Efesios 6, 6) y te ofrece nada más que vanagloria (I Juan 2, 16). La “boca” del mundo habla de las cosas de su soberano (I Juan 5, 19), el demonio. Por eso fue que se nos orrdenó: “No améis al mundo ni lo que hay en él. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, las pasiones carnales, el ansia de las cosas y la arrogancia, no provienen del Padre, sino del mundo” (I Juan 2, 15-16).
Quien quiera vencer el primer obstáculo en el camino a la salvación, el “mundo”, tiene a la mano estas tres herramientas: la paciencia, el perdón y la oración.
En lo que respecta a la paciencia, es nuestro deber practicarla, porque antes de venir a los trabajos de la salvación o al camino de Dios, nosotros mismos obrábamos las cosas del “mundo”, multiplicando los pecados, y así fue como nos hicimos con esa deuda. Ahora nos toca pagar con dolor lo que antes hicimos con placer. Insisto, ahora es el momento de pagar las cosas que hicimos antes, para que, por medio de la paciencia, podamos alcanzar la salvación de Dios.
Después, quien quiera vencer al “mundo” debe practicar el perdón, sin importar las aflicciones que los demás le causen, sabiendo que sus hermanos se hallan sometidos a una esclavitud ajena, en la oscuridad del desconocimiento de Dios y de sí mismos.
Y, en tercer lugar, quien quiera vencer al mundo debe orar al padre, en secreto o en su pensamiento, pidiendo por cada hijo de Dios, sin importar lo mal que los otros se comporten contigo, o el perjuicio que te puedan causar.
(Traducido de: Din învăţăturile Părintelui Arsenie Boca — Despre durerile oamenilor, Vol. 1, Editura Credinţa Strămoşească, 2012, pp. 28-30)