Palabras de espiritualidad

El que ama no siente, tal como no se da cuenta de que respira

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

El cristiano debe honrar el Misterio del Ser en cada uno y en todos.

Nos volvemos un reflejo del Cielo, cuando decimos: “¡Hágase Tu voluntad, tanto en el Cielo como en la tierra!”.

El que ama no siente, tal como no se da cuenta de que respira.

Cuando las puertas del Cielo se abren, también se abren las puertas de la tierra.

Cuando la mente no se apega a las cosas del mundo y se mantiene unida con Dios, hasta un “¡Buenos días!” es toda una bendición.

El “no” y cada negación nos secan las energías.

No debemos “existir” ante la imagen y semejanza del otro.

En nuestra vida, al comienzo, necesitamos de la presencia de otra amada y amistosa imagen. Cuando avanzamos, el Único Dios nos llena con Su gozo y amor, de manera que no necesitemos de nadie más. Todo esto lo hace al comienzo el alma, porque no sabe a Quién ama y cree que es aquella persona.

Muchas veces Dios no espera obras de parte nuestra, pero sí que quiere nuestra disposición. Le basta con ver que estás dispuesto a cumplir con Su Mandamiento.

Jesucristo nos dio un ejemplo de oro: Solo y junto con los demás.

Cuando Dios nos creó, nos dio la vida y nos sopló Su Espíritu. Este Espíritu es Amor. Cuando nos deja el Amor, devenimos en momias. Somos como muertos.

El cristiano debe honrar el Misterio del Ser en cada uno y en todos.

Para llegar al “no existo”, ama, ama y ama, y así te identificarás perfectamente con el Otro, quienquiera que sea ese Otro. Así, al final del día, te preguntarás: ¿Quiero algo? No. ¿Deseo algo? No. ¿Me falta algo? No. Muy bien.