El respeto y la honra que dedicamos a la Theotokos
Aquel que desprecia a la Madre del Señor no es un hombre bueno. ¿Quién podría insultar a la Madre del Señor? Porque al Señor le ofende más que alguien insulte a Su Santísima Madre, que a Él Mismo.
Aquel que desprecia a la Madre del Señor no es un hombre bueno. ¿Quién podría insultar a la Madre del Señor? Porque al Señor le ofende más que alguien insulte a Su Santísima Madre, que a Él Mismo. Tan grande es Su amor por ella. Cuando lo llevaban para crucificarlo, cargando la madera sobre su espalda, detrás de Él venía Su Madre llorando y cayendo de rodillas una y otra vez, viendo el sufrimiento de su Hijo. Y es que era mujer y madre…
Las demás mujeres la juzgaban. Por eso es que Él se acuerda de todas las lágrimas que ella derramó. Y siempre la escucha. Nosotros, si la honráramos y oráramos a ella, veríamos cómo ella intercede ante su Hijo por nosotros, y cómo Él le concede lo que le pide. Por eso es que debemos venerarla: “Alégrate, tú que estás llena de Gracia; María, el Señor está contigo. ¡Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, tú que diste a luz al Salvador de nuestras almas!”.
Mantengamos estas palabras en nuestra mente, acordándonos siempre de ella, incluso cuando estamos trabajando. Porque, al morir, ella se hace presente y ayuda a las almas que en vida oraron pidiéndole su auxilio. Ella es el mayor auxilio de los cristianos. También tenemos que repetir: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador”, cuando estemos haciendo algo. Y el Señor nos ayudará en todo, para el perdón de nuestras faltas.
(Traducido de: Ierodiaconul Savatie Baștovoi, Parintele Selafiil – Dragostea care niciodată nu cade, Editura Marineasa, Timișoara, p. 82)