El Sacrificio y Resurrección de Cristo: el milagro más grande de todos
Si deseara ver cada día un milagro nuevo, me bastaría con meditar, cada día, sobre la Encarnación y Pasión de nuestro Señor Jesucristo..
“Señor, ¿qué es el hombre para que de él te acuerdes?” (Salmos 143, 3). Por mí fue que Él descendió del Cielo, para enaltecerne. Por mí fue que Dios-Hijo se hizo Hombre, para hacerme partícipe de Su naturaleza divina (II Pedro 1, 4). Por mí se encarnó, para renacerme en espíritu. Por mí soportó tantas vejaciones, para que yo, el expulsado del Paraíso, pudiera regresar ahí. Por mí aceptó el exilio en este mundo, para que yo, un desterrado, pudiera ser llevado de vuelta al Reino. Por mí recibió toda clase de insultos, cual si fuera mi enemigo, sin pronunciar palabra alguna. Por mí aceptó las ataduras, para librarme de las cadenas del pecado.
Por mí Él se entristeció y lloró, para librarme de toda tristeza y del llanto eterno. Por mí fue injuriado e insultado, justamente para encomiarme a mí. Por mí fue que cargó con todas las injusticias del mundo, para que yo pudiera llegar a ser justo. Por mí, por mi vida, gustó también de la muerte, para ofrecerme la vida. ¡Me desconcierta, Señor, Tu amor por la humanidad! ¡Le canto a Tu misericordia! ¡Me postro ante Tu profunda humildad e indulgencia! “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?” (Salmos 115, 3), ¿Cómo podría pagárselo, yo, pobre y humilde siervo Suyo? Te pido, cristiano, que recuerdes con mayor frecuencia esta maravillosa obra y tendrás ante ti el milagro más grande de todos, cada día de tu vida. En verdad, si deseara ver cada día un milagro nuevo, me bastaría con meditar, cada día, sobre la Encarnación y Pasión de nuestro Señor Jesucristo..
(Traducido de: Sfântul Tihon din Zadonsk, Comoară duhovnicească, din lume adunată, Editura Egumenița, Galați, 2008, p. 31)