El amor es un sentimiento asombroso, pero no es solamente un sentimiento, sino que es un estado del ser entero. El amor comienza en el momento en el que veo ante mí a mi semejante y soy capaz de escudriñar su interior, cuando veo inmediatamente su esencia. Desde luego, cuando digo “veo” no significa que esté “penetrando con mi mente” o que “vea con mis ojos”, sino que “me adentro con todo mi ser”.

El misterio del amor al otro empieza en el momento en que lo vemos sin el deseo de poseerlo, sin el deseo de mandar sobre él, sin el deseo de aprovecharnos de alguna forma de sus dones o de su personalidad, sino que solamente vemos y nos asombramos de la belleza que se nos revela.

(Traducido de: Mitropolitul Antonie de Suroj, Taina Iubirii, Editura Sophia, București, 2009,  p. 57)