¡Entrelacemos el ayuno con la piedad y la oración!
La piedad apacigua la parte sagaz del alma, el ayuno debilita el apetito, y la oración purifica la mente y la prepara para que pueda ver con claridad. Porque el Señor nos dejó unos mandatos adecuados a las aptitudes de nuestra alma.
La piedad apacigua la parte sagaz del alma, el ayuno debilita el apetito, y la oración purifica la mente y la prepara para que pueda ver con claridad. Porque el Señor nos dejó unos mandatos adecuados a las aptitudes de nuestra alma.
“Aprendan de Mí, que Soy paciente y humilde de corazón”, dice el Señor (Mateo 11, 29). La mansedumbre evita que brote la ira, mientras que la humildad protege la mente de la soberbia y la vanagloria.
(Traducido de: Sfântul Maxim Mărturisitorul, Patru sute de cugetări creștine, Editura Credința Strămoșească, Iași, 1998, p. 59)