Palabras de espiritualidad

Entrenamiento para los exámenes espirituales

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Aunque al comienzo de la vida espiritual Dios ayuda al hombre, después se aparta un poco, para que el hombre entienda que también él debe hacer todo lo que esté a su alcance.

No pidamos que Cristo nos ayude, sin esforzarnos nosotros también. No nos apresuremos en pedir milagros, porque es cosa de principiantes e ignorantes. En el ejército, los más preparados son los que no mueren.

Cuando el hombre es ayudado siempre, finalmente se queda sin ayuda. A mí me impulsa el hecho de que Cristo no siempre ayuda. Siento como si fuera un estudiante, y sé que los maestros esperan mucho de sus alumnos. Es difícil aprobar los exámenes espirituales. Se necesita estar muy atento a uno mismo y, además, conocer mucho. Sólo así se avanza en lo espiritual.

¿Acaso a Dios le resulta difícil ayudar siempre a cada persona? ¡Pero es que eso no sería ayudarnos! Un niño consentido, cuyos padres le dan siempre chocolates, y que sólo espera recibir, se volverá caprichoso, perezoso e infeliz. Lo mismo pasa con el hombre: si recibe siempre la ayuda de Dios, sin esforzarse también él un poco, jamás podrá madurar espiritualmente. Por eso, aunque al comienzo de la vida espiritual Dios ayuda al hombre, después se aparta un poco, para que el hombre entienda que también él debe hacer todo lo que esté a su alcance.

Recordemos que al niño pequeño los padres no lo cogen todo el tiempo de la mano para que camine, sino que dejan que también él lo intente por sí mismo. Y cuando está por caerse, vienen rápido y lo sostienen. Con el tiempo, el niño entiende que sus fuerzas le son suficientes solamente para caminar aferrándose a la barandilla. Si el niño camina sólo cuando sus padres le tienen cogido de la mano —y cuando estos lo sueltan, no sabe cómo sostenerse de la barandilla, sino que prefiere sentarse—, nunca aprenderá a caminar, porque no habrá puesto nada de su parte para conseguirlo.

(Traducido de. Cuviosul Paisie AghioritulCuvinte duhovnicești II. Trezvie duhovnicească, ediția a II-a, traducere de Ieroschimonah Ștefan Nuțescu, Editura Evanghelismos, București, 2011, pp. 320-321)