Palabras de espiritualidad

¿Es la ira una forma de matar al prójimo?

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

¿Es que tantos malhechores que matan despacio, con sus palabras, con sus acusaciones o con su ira deben ser dejados en paz, porque no se encuadran en la forma típica del “homicidio”?

Nuestro Señor Jesucristo nos dio los más elocuentes ejemplos de inconformismo, de libertad ante lo establecido y de liberación del espíritu y de la vida espiritual de la sujeción mecánica a las Leyes aplicadas sin discernimiento, automáticamente. “Sabéis que se dijo a los antiguos… Pero Yo os digo…”. Luego, no todo lo que “se dijo” debe aplicarse a rajatabla, aunque sea mencionado en la Escritura. Lo que está escrito no se aplica mecánicamente, porque no se ajusta a todos los casos. Lo que es válido para algunos casos no lo es para otros, porque, por ejemplo, no todos los hombres actúan impulsados por los mismos motivos, como para ser juzgados de forma homogénea.

Cuando juzgues las acciones de alguien, no debes hacerlo soslayando los motivos que llevaron a esa persona a actuar así. Así es como se van matizando los preceptos, librándolos de su rigidez y de su carácter de robot programado para generalizar. Nuestro Señor va directamente a cada caso en especial. “Sabéis que se dijo a los antiguos: No matarás, y el que mate será llevado a juicio” (Mateo 5, 21). Muy bien. Pero ¿solamente el que mate? ¿Solamente en caso de homicidio se debe enjuiciar a la persona? ¿Solamente una clase de homicidio debe ser castigada? ¿O es que tantos malhechores que matan despacio, con sus palabras, con sus acusaciones o con su ira deben ser dejados en paz, porque no se encuadran en la forma típica del “homicidio”?

Y he aquí cómo responde: También aquel que se enfurece contra su hermano es culpable y debe ser juzgado, al igual que el que mata. Que no se crea a salvo de ser juzgado, por no haber matado a nadie. Hay distintas formas de matar a alguien, y todas deben ser castigadas. Y después agrega un matiz, uno normal, muy humano, tomando en cuenta nuestra naturaleza, por la cual la ira no siempre puede someterse al control de la voluntad, como cuando es motivada por confrontaciones dramáticas, inesperadas o irracionales, o por el encuentro con la maldad o la mala voluntad. El Señor nos aclara cuándo la ira es merecedora de ser llevada a juicio, introduciendo en el texto una palabra clave: “Pero Yo os digo que todo aquel que se enfade en vano contra su hermano, será llevado ante el tribunal” (Mateo 5, 22).

(Traducido de: Antonie Plămădeală, Mitropolitul Ardealului, Tradiție și libertate în spiritualitatea ortodoxă, Editura Pronostic, București, 1995, pp. 147-148)