¿Cómo podemos destruir el pecado, ese que ha venido a enseñorearse sobre nosotros? Es necesario esforzarse mucho. Y es que cuando el hombre se esmera y se sacrifica, aleja toda la perdición que había en él, porque busca alzarse hasta la santidad de sus pensamientos. Es importante recordar que no está vedado apartar el sacrificio con sacrificio.

Entonces, si nos esforzamos y perseveramos, aunque estemos ya en Jerusalén, es decir, aunque tengamos ya el don de la oración incesante y otras virtudes, podremos esperar la fuerza que viene de lo alto, que es un afán más fuerte que el nuestro, uno que no puede describirse. Y este nos ayudará a vencer nuestros malos hábitos y la maldad de los demonios. Y venceremos también nuestra inclinación al mal, así como los impulsos impropios del cuerpo.

(Traducido de: Ioan Carpatiul, Una sută capete de mângâiere, în „Filocalia”, vol. IV, Editura Arhidiecezană, Sibiu, 1948, pp. 139-140)