Que toda la amargura y la ira, las palabras soeces y la artería se aparten de nosotros. Que ni un solo improperio salga de nuestra boca, sino solamente palabras edificadoras, provechosas para quienes nos escuchan.

Renunciemos a la insolencia, controlemos nuestra lengua y nuestro vientre, y hallaremos el sosiego en esta vida. Que el recuerdo de la muerte, el Juicio y los tormentos eternos no falten en nuestro corazón, y así avanzaremos sin problemas en el camino de Dios.

La paz es el alimento de los ángeles y el crisol de todas las virtudes, en tanto que la dispersión de la mente, la verborrea y la risa sin sentido estropean todo lo que la paz ha construido con esfuerzo y dedicación.

(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Patericul Lavrei Sfântului Sava, Editura Egumenița, 2010, p. 153)