Hablar con palabras y también sin ellas
Ahí donde no está Dios, tampoco hay misterio ni una luz que no se extingue. Y se tiene la errada impresión de que todo puede ser entendido, que todo puede limitarse con la mente propia.
El silencio significa reflexionar sobre el misterio de Dios y el misterio de la propia persona. La persona humana se comunica tanto por medio del habla como con el silencio. Vive con ambos aspectos y hace que se viva la luz y su misterio. Basta con verla reflexionar para darse cuenta no sólo del misterio, sino también de su luz. Con el silencio, el hombre se sumerge no solamente en su miserio, sino también en su luz y en la luz de Dios. Aquel que habla todo el tiempo, sin interrumpir la conversación con la reflexión, cae en una palabrería superficial. Y el misterio y la luz más grande son Dios. En el silencio se hace sensible la presencia de Dios como luz y miserio inagotable. Ahí donde no está Dios, tampoco hay misterio ni una luz que no se extingue. Y se tiene la errada impresión de que todo puede ser entendido, que todo puede limitarse con la mente propia.
(Traducido de: Părintele Dumitru Stăniloae, nota 484 la Isaia Pustnicul, Douăzeci şi nouă de cuvinte, în Filocalia XII, Editura Humanitas, Bucureşti, 2009, p. 222)