¡Hablemos con Dios, en todo momento y lugar!
La mejor y más hermosa oración es la que vives en estrecha relación con nuestro Señor Jesús, fuente de vida, sea de día o de noche, o mejor dicho, durante toda tu vida, desde que naces hasta que te llegue el momento de morir.
No bajes las manos, no dejes que decaiga tu devoción al orar. La Biblia nos dice que Moisés mantuvo sus manos levantadas durante todo el día, desde al amanecer hasta el ocaso. Así pues, mantengamos las “manos levantadas” durante todo el día de nuestra vida, es decir, permanezcamos en oración. Desde la “mañana de la infancia” hasta el “atardecer” mantengamos las manos elevadas al cielo. “Velen y oren, porque el cuerpo es débil, pero el espíritu animoso”, dijo el mismo Jesús (Marcos 14, 38).
¡Qué don tan grande es la oración! Con ella podemos hablar, en donde sea y en cualquier momento, con Dios. Ella toma y eleva nuestras plegarias y peticiones al Cielo, trayéndonos a cambio gracia, poder y auxilio físico y espiritual. La mejor y más hermosa oración es la que vives en estrecha relación con nuestro Señor Jesús, fuente de vida, sea de día o de noche, o mejor dicho, durante toda tu vida, desde que naces hasta que te llegue el momento de morir.
(Traducido de: Preot Iosif Trifa, Citiri și tâlcuiri din Biblie, Editura Oastea Domnului, Sibiu, 2010, p. 69)