Haciendo lo posible, que lo imposible es cosa de Dios
¡Por parte de Dios no esperes menos que lo imposible! Dios obra sólo en lo imposible, porque lo que es posible lo hacemos nosotros.
Padre Rafael, ¿cómo protegerme de los pensamientos perniciosos que atacan mi mente?
— ¡No te puedes proteger de ellos! Y lo que más temprano les dije a los jóvenes, se los repito ahora a ustedes: todo lo que es mandamiento de Dios, todo lo que te parece terriblemente difícil, no es difícil en absoluto... ¡es imposible! Tu ser, tu naturaleza, cuando pierde la esperanza, pensando “¿acaso podré alguna vez alcanzar tal estado...?”, está atestiguando que “se trata de algo que no es parte de mí”, que se trata de algo que está más allá de nuestra naturaleza biológica. Pero ¡por parte de Dios no esperes menos que lo imposible! Dios obra sólo en lo imposible, porque lo que es posible lo hacemos nosotros.¡No es Dios quien te prepara la comida! Pero si se trata de Sus mandamientos, solamente el Espíritu de Dios en ti podrá actuar. ¿Quieres protegerte de los pensamientos? Que Dios te ayude, haciendo esto: cada vez que uno de esos pensamientos entre a tu corazón, repite “¡Mira, Señor, lo que me pasa!”. ¡Y pídele Su auxilio!
Talvez tengas dudas: “¿Pero qué tiene de pecaminoso este pensamiento?”. Pregúntaselo al Señor. Él ata y desata “en espíritu y en lo invisible”. ¿Cómo evitar que se repita? Pídele al Señor que te lo demuestre. Pídele Su protección para no caer en pecado. Trabaja al lado del Señor. Él, sabiendo que nos da mandamientos, palabras que en nuestra total debilidad debemos realizar, no pretende que nos desesperemos en la labor de cumplirlas. Él espera que yo, viendo que no soy como debería ser, diga: “Señor, ¡haz algo! ¡Llévame a Tu camino!”.
Como dice Cristo, también a los apóstoles: “como ya dije a los judíos, ahora se lo digo a ustedes: donde yo voy, ustedes no pueden venir” (Juan 13, 33). ¡No pueden! “Pero finalmente vendrán”. ¿Cuándo? Después del descendimiento del Espíritu Santo. ¡Que este descendimiento ocurra para ti, hermano o hermana, que me escribiste esa pregunta, así como para todos! No olvidemos conectarnos siempre al satélite “¡Señor!”.
(Traducido de: Ieromonahul Rafail Noica, Cultura Duhului, Editura Reîntregirea, Alba Iulia, 2002, pp. 138-139)