¡Hagamos de nuestra alma una acogedora casa para Dios!
El amor que Dios nos da abundantemente en los Sacramentos y oficios litúrgicos, en la regla personal de oración, en la “Oración de Jesús” y en el estudio de los textos patrísticos, tiene como objetivo edificarnos interiormente. Los santos oran y median por nosotros, pero también nuestra mente y esfuerzo deben dedicarse a edificar la casa de nuestra alma sobre bases sanas, ciertas, luminosas y santas, puras e inmaculadas.
Nosotros somos casas de Dios, Su huerto. El amor que Dios nos da abundantemente en los Sacramentos y oficios litúrgicos, en la regla personal de oración, en la “Oración de Jesús” y en el estudio de los textos patrísticos, tiene como objetivo edificarnos interiormente. Estemos, pues, atentos a nosotros mismos. En el mundo han existido edificios impresionantes, asentamientos y monasterios bellísimos, que finalmente se quedaron desiertos. ¿Por qué creen que sucedió esto? Porque no hubo suficientes hombres justos y equilibrados que pudieran habitarlos.
Entonces, ayudados por la gracia de Dios y con la mediación de los santos, esforcémonos en edificarnos. Los santos oran y median por nosotros, pero también nuestra mente y esfuerzo deben dedicarse a edificar la casa de nuestra alma sobre bases sanas, ciertas, luminosas y santas, puras e inmaculadas, no sobre cimientos débiles, superficiales y susceptibles de derrumbarse. ¡Así no! ¡Obremos con conciencia, sinceridad y devoción!
(Traducido de: Părintele Eusebiu Giannakakis, Să coborâm cerul în inimile noastre!, Editura Doxologia, Iaşi, 2014, p. 29)