“Si pedís algo en Mi nombre, Yo lo haré”. ¡Oh, qué promesa tan vivicante! Pero son pocos los que se benefician de ella… Raras veces alguien la recuerda. Hay algunos que ni siquiera la entienden y no la aceptan. ¿Por qué? Porque no aman al Señor y no cumplen con Sus mandamientos. Esta incredulidad del corazón ante Dios les priva de cualquier impulso de presentarse ante Él con alguna petición, tal como el siervo indigno no se atreve a venir a su señor con alguna solicitud, sabiendo que no merece ninguna compasión. Y, aunque lean oraciones escritas, todos sabemos que la simple lectura está muy lejos de constituir una oración auténtica y una petición sincera. No es posible presentarte ante el Señor con una oración verdadera y elevar a Él tus plegarias, sin antes enmendar tu conciencia ante Él.

(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Tâlcuiri din Sfânta Scriptură pentru fiecare zi din an, Editura Sophia, București, p. 87)