¡Hay que tener mucho cuidado con lo que decimos!
Si actuamos así, no habrá forma de que nuestra alma se perturbe.
No es bueno llevar de aquí para allá las palabras ofensivas que alguien nos dirigió; lo mejor es mantenerlas en secreto o imaginarnos que lo que recibimos fueron sólo palabras de amor y encomio.
Si actuamos así, no habrá forma de que nuestra alma se perturbe.
En verdad, es muy dañino pronunciar palabras de odio y envidia por todas partes, porque pueden provocar terribles tormentas espirituales en las personas impetuosas y egoístas que sean blanco de ellas, volviendo a encender el fuego del odio y la discordia.
Luego, es importante armarnos con la paciencia cristiana y la astucia de la serpiente.
(Traducido de: Sfântul Ioan de Kronstadt, Viața mea în Hristos, Editura Sophia, 2005, p. 290)