Al soberbio no le agrada que le pidan que se humille ante otros; al envidioso, que le pidan que se muestre generoso ante sus enemigos; al vengativo, que se le pida que perdone y que intente reconciliarse; al avaricioso, que se le recuerden sus deudas; al comilón, que le hablen del ayuno y de la salvación del alma. Todos ellos deben vencer sus propios sentidos y pasiones, y alegrarse cuando se les pida lo que el mismo Evangelio pide. De lo contrario, entregándose a las pasiones y quedándose sin enmendar, morirán para la eternidad.

(Traducido de. Sfântul Ioan de Kronstadt, Viața mea în Hristos, Editura Sophia, p. 198)