Enalteciendo a los santos de Dios, honramos también al Señor, Quien fue el que los enalteció. Orando a los santos o enalteciéndolos, nos causamos el mayor de los beneficios, porque atraemos a nosotros su mediación. Su gloria es la tuya, porque también ellos fueron hombres, como hombre eres tú. En ellos se enalteció tu propia naturaleza, cristiano. Asimismo, en general, cuando oras por los difuntos o por los vivos, también te ocasionas un gran provecho, porque Dios acepta la oración que nace desde el amor cual sacrificio agradable. Los difuntos, si han ganado su prerrogativa ante Dios, oran por quienes oramos por ellos. Y aquellos que aún viven, por quienes también oramos, abren sus corazones a nosotros y nos aman.

(Traducido de: Ioan de Kronstadt, Liturghia – cerul pe pământ, Editura Deisis, Sibiu, 2002, p. 75)