Honrando a los santos, recibimos también el amor de Dios
Ahora tienen las marcas de los clavos de Cristo, y, mostrándoselas a Él, pueden moverlo a que se apiade de todos nosotros.
¡Que nuestra añoranza por los santos sea grande! Así, postrémonos de rodillas ante sus reliquias y besémoslas, porque todo lo que perteneció a los mártires tiene gran poder, al igual que sus restos físicos. Pero no acudamos a venerarlos solamente en el día de su fiesta patronal, sino también en los demás días, pidiéndoles que nos concedan ser nuestros protectores. Y es que no solo en vida gozaban de un gran favor ante Dios, sino también, y en mayor medida, después de su muerte. Porque ahora tienen las marcas de los clavos de Cristo, y, mostrándoselas a Él, pueden moverlo a que se apiade de todos nosotros.
Así las cosas, ya que tan grande es su poder y su amor a Dios, viéndonos acercarnos a venerarlos con tanta devoción, con su incesante intercesión harán que recibamos el amor de Dios, mismo que cada uno de nosotros anhela alcanzar, con la Gracia y el amor a la humanidad de nuestro Señor Jesucristo, a Quien, junto con el Padre y el Espíritu Santo, se debe todo honor, poder, honra y adoración, por los siglos de los siglos. Amén.
(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Întru lauda Sfinților mucenici, Editura Ars Longa)