Humildad y orgullo, dos polos opuestos
Debido a que no te conoces bien a ti mismo y no entiendes bien la realidad de las cosas, te envaneces neciamente por cualquier nimiedad.
El orgullo proviene de la insensatez y la ceguera espiritual; por el contrario, del equilibio y el conocimiento brota la humildad. Si te conocieras en verdad, no serías orgulloso: si te vieras como eres en realidad, no te llenarías de soberbia. Pero, debido a que no te conoces bien a ti mismo y no entiendes bien la realidad de las cosas, te envaneces neciamente por cualquier nimiedad.
Luego, sabiendo esto, conócete a ti mismo. Conoce que el Señor “se ríe de los altaneros y concede su favor a los humildes”, como dice Salomón (Proverbios 3, 34). Conoce que el Señor acoge a los mansos, y a los orgullosos los humilla profundamente; a los humildes los enaltece, y a los vanidosos los avergüenza; de los humildes recibe lo poco que le ofrezcan, en tanto que rechaza lo mucho que quieran darle los orgullosos. Recuerda que aceptó los suspiros contritos del publicano y despreció las virtudes del arrogante fariseo.
Ante los ojos de Dios tiene más valor un pecador que se humilla, que un justo que se envanece. “El Señor abomina al de corazón altivo”, insiste Salomón (Proverbios 16, 5).
(Traducido de: Sfântul Dimitrie al Rostovului, Alfabetul duhovnicesc, Editura Sophia, București, 2007, pp. 69-70)